~ Recuerdo ~
Siempre lo he sabido; desde que era pequeña y
empecé a usar la cabeza, a encajar las piezas.
Ella me buscaba, y me encontraba... Os aseguro que me
encontraba. Allá donde iba; era imposible escapar de ella: al girar la esquina cuando
salía a comprar, cuando iba en el coche con mis padres y el que conducía en ese
momento daba un volantazo.
Desde luego, sabía qué hacía en cada momento. Cada
bocanada de aire que cogía, cuando reía, cuando lloraba... Sabe todo de mí;
desde el sonido del despertador hasta el roce de los labios de mi madre al
besarme en las mejillas por las noches.
Podía atacar cuando quisiera, y eso es lo que
hacía: pero ahora sé que sólo quería asustarme, darme miedo. Quería que la
temiera.
Es difícil temer a algo con lo que vives desde
bebé.
La primera vez que la sentí, tendría unos dos años.
Era verano, mis padres y yo estábamos en el chalet: un adosado de dos pisos
alejado de toda humanidad. Es por eso por lo que las ventanas tenían barrotes; cualquier cosa alejada de la civilización es
digna de ser robada, solía decir papá.
Estaban viendo la tele mientras yo jugaba cerca de
la ventana. Hacía calor, y la teníamos abierta de par en par, pero sin quitar
los barrotes; supongo que siempre tuvieron miedo de que alguien apareciera
corriendo y me raptara.
Aquello realmente parecía una cárcel, y yo sentía
curiosidad por saber qué había más allá. Llevada por un instinto aventurero del
que he gozado siempre, intenté pasar por en medio de los barrotes. Un brazo,
una pierna, el cuerpo, la otra pierna, el otro brazo... ¡Uy! Me di cuenta tarde
de que la cabeza no cabía entre ellos; mi madre solía decirme que era un poco
cabezona.
Empecé a llorar; estaba atrapada y no sabía cómo
salir. Mi padre montó en cólera y empezó a llamar a... ¿a quién? Ni idea, sólo
recuerdo verle agitado con el teléfono en la mano. Mi madre... mi madre estaba
tranquila. Entre tanto lloro por mi parte, alcancé a oír: no te preocupes, si ha pasado una vez, pude volver a hacerlo. Y con
su ayuda, así fue: el bracito izquierdo, la pierna, el cuerpo, la otra pierna y
el otro brazo.
Todo se quedó en un susto, pero yo seguía
sintiéndome mal. El ambiente había cambiado: todo era como de un azul grisáceo.
Un año después, volví a sentirla cerca; de la misma
manera, con esos colores flotando a mi alrededor.
Seguro que conocéis esos parques portátiles que
venden en las tiendas de juguetes, ¿no? Pues en uno de esos estaba yo; en el
salón, jugando con distintos peluches y demás juguetes plásticos.
¿Mi forma de divertirme? Sencillo de explicar: los
tiraba fuera; uno a uno, como si estuviese tirando piedras a un lago. Mi madre
me oía reír cuando terminaba; venía y volvía a meterlos dentro, conmigo.
Un día uno de esos lanzamientos salió mal. Tiré un
cochecito, rebotó y acabó en una de las esquinas que ayudaban a mantener el
parquecito abierto. Éste, como respuesta, se cerró al instante. Yo estaba de
pie y me pilló el cuello. Como veis, ella
tenía gran afición por los cuellos; se divertía asfixiando.
De todas maneras, ¿os imagináis la escena? Exacto;
en ese momento, el parque tenía un objetivo: mi cuello. Era el único
impedimento para cerrarse del todo.
En este caso, volvió a ser mi madre quien me salvó.
Unos años más tarde, mis padres se habían separado.
Estaba con mi padre y su hermana, mi tía, cuando todo pasó. Esa vez, la sentí
más cerca que las anteriores. Realmente, me dio miedo, pero con el tiempo he
aprendido a descubrir... que no la temo.
Estábamos en el salón de casa de mi tía, viendo la
tele, cuando ella, que es enfermera, observó que no respiraba como debería. Fuimos
al hospital, y no sé muy bien qué pasó entonces...
Lo siguiente que recuerdo es estar en una camilla
de hospital; mi madre me lo explicó todo, tenía cinco años, pero no era tonta.
Me habían quitado las amígdalas, estaban muy inflamadas, lo que me impedía
respirar con normalidad. En el quirófano, algo salió mal, y dejé de respirar
por unos segundos.
La siguiente vez que la sentí, fue distinto; algo
había cambiado. Su manera de actuar era otra; creo que iba a probar algo nuevo.
Y en efecto.
Tenía seis años; estaba en uno de esos parques para
niños pequeños, subía por la telaraña, ¿la conocéis? Bueno, pues ahí estaba
yo... Subiendo, poco a poco. Nunca fui una chica demasiado alta, y mis piernas
eran más bien cortas; iba algo más lento que los demás.
Una chica, de mi edad más o menos, empezó a subir
detrás de mí. Creo que lo vi en su mirada, porque intenté subir más deprisa...
Pero no lo conseguí. Ella me agarró de la camiseta para ayudarse a subir: hizo
fuerza hacia abajo y yo... caí.
No estaba muy alto, pero si lo suficiente para
casi-abrirme la cabeza. Fuimos al hospital corriendo, me sangraba la frente y
mi padre sostenía uno de sus pañuelos contra ella. Al llegar me pusieron tres
puntos y... todo quedó en un susto.
Creo que cambió porque la vez anterior estuvo
demasiado cerca de perderme. Podría haber muerto en el quirófano, aun siendo
una operación pequeña, dentro de lo
que cabe... Y ella
no quería perderme, ella quería seguir jugando conmigo.
No supe nada de ella hasta hace un año. El juego había vuelto a
empezar, y yo volvía a ser su víctima. ¿Por qué estuvo tanto tiempo alejada? No
lo sé. Quizá se aburriera de mí, o quizá se dio cuenta de que estaría menos
alerta después de un tiempo. Ella sabía que yo podía vencerla, y tenía que
cansarme para poder ganarme. Intentarlo en intervalos más cortos de tiempo, no
de un año a otro. Si no de mes en mes.
Esa vez, estaba en el metro con una amiga,
volvíamos del centro. Al ticar para salir, las puertas se cerraron mientras
pasaba, y el cuello se quedó entre ellas, impidiendo que se cerraran; ellas
apretaban, queriendo quitarme del medio. Me dolía, de verdad que me dolía.
Pero una vez más, y esa vez con ayuda de mi amiga,
conseguí esquivarla. Luego nos reímos de lo sucedido. Pero hoy... hoy no es lo
mismo.
Las últimas veces no fueron fuertes, sólo intentaba
cansar mi mente. Un monopatín al doblar la esquina, un esguince provocado en la
clase de educación física, dos dedos rotos por un pase de baloncesto mal
hecho...
Pero hoy...
Hoy es diferente, hoy se ha cansado de bailar.
Hoy no está papá para reparar el cochecito, ni el
hombre de la feria que me salvó de aquel carrusel.
Hoy estoy sola... A solas con ella.
¿Que por qué os cuento todo esto? Porque lo estoy
recordando.
¿Que por qué recuerdo cosas tan dolorosas? Porque
así lo ha querido ella, ha elegido sólo recuerdos malos.
¿Eso de que cuando estás a punto de morir ves tu
vida pasar? Es cierto.
Aún se burla de mí.
Hoy cumplo dieciocho años. Creo que todo lo
anterior ha estado premeditado.
Hoy no va a dejar que me escape. De todas formas,
estoy demasiado cansada para luchar.
Hoy... la muerte no va a soltarme.
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Que yuyu
ResponderEliminarA mi hermano le pasó lo mismo de los barrotes en el Retiro, pero solo con la cabeza xDDD
Ella me cae mal. DA MUUUCHO YUYU
Sencillamente WOW, ¿Como has escrito eso? Te ha quedado FLIPANTE :O:O:O
ResponderEliminarY que miedo!!!! TT
Quiero saber el final, quiero saber de verdad como acaba, ¿¿¿como acaba???
O.O,QUE COSAS,yo una vez vi a una mujer,que la puerta de un autobús le pillo el cuello,y la gente se puso a gritar-.-
ResponderEliminarEsta muy bien;),aunque la chica tiene una mala suerte...
Por cierto,ya me han llegado los marcapáginas,por fin,esperar tiene su recompensaaaaa,ME HAN ENCANTADO,Y SE LOS HE ENSEÑADO A MIS AMIGAS,Y DICEN QUE ESTÁN MUY BIEN,Y QUE HAS HECHO UN MUY BUEN TRABAJO(EN SERIO)BUENO,QUE TE VAYA BIEN,Y MUCHAS GRACIAS POR LOS MARCAPÁGINAS(LOS VOY A CUIDAR CON TODO MI CORAZÓN)UN BESOOOO:D
Me encanta :)
ResponderEliminarHala, que pasada *-*
ResponderEliminarMe ha encantado awsdfjghjhggc
Besos